

Jueves, 9:30 am, en el parque Le estoy dando una última opo..
Added 2024-07-09 03:29:20 +0000 UTCJueves, 9:30 am, en el parque
Le estoy dando una última oportunidad a la Cerecita, que alguna vez fue mi mejor amiga. Anoche me llamó para pedirme un favor y pedirme disculpas, sonaba sincera. Las disculpas fueron, en sus palabras, “por todo: por hacerme bulling en la prepa, humillarme, llamarme poser, perdedor, por reirse de mí con nuestros amigos, por orillarme a escapar de mi casa y abandonar la escuela”, que es la razón por la que llegué a vivir acá y cambié totalmente mi estilo de vida en primer lugar, y sobre todo “por las chicas con quienes se acostó sabiendo que me gustaban, en especial por Lupita, que fue mi gran enamoramiento de la adolescencia, a quien me prometió convencería de darme una oportunidad solo para terminar volviéndola su novia”. Hoy en día tengo las herramientas para perdonarla pero no sé si lo haré alguna vez. No todos tienen la suerte de que tu propia amiga te haga quererte morir.
Ser su amigo fue la peor decisión de mi vida, y aún peor darle una oportunidad tras otra, año tras año, en donde yo -ya fuera porque entrabamos en debates absurdos o porque se robaba toda la atención- volvía siempre a salir humillado, y no por su gran retórica, inteligencia, talento o belleza, sino porque siempre fue una mediocre que se enorgullecía de su mediocridad, porque se embriagaba y se ponía marihuana y hacía a todos reír, los hacía sentir mejor consigo mismos, su único talento real. Cuando me alejé de ese círculo y me concentré en el arte y en mejorarme a mí mismo, despúes de un par de años de terapia y de encontrar nuevos y mejores amigos, por fin me libré del demonio que representaba ella en mi vida. Al menos por un par de años hasta anoche que me llamó.
Ella misma aceptó al teléfono todo esto que yo ya tenía muy claro, que por sus propios problemas mentales se aprovechó de mí y de mucha otra gente, sonaba sincera. Me dijo que en los últimos meses había estado viviendo las consecuencias de su egoismo, que le avergonaba contarme, pero que se sentía arrepentida de su trato hacia mí y deseaba llegar a tener la oportunidad de pedirme una verdadera disuclpa, en persona. Yo nunca he confiado realmente en ella, es alguien que no es consciente de su autoengaño, siempre se esforzará por encontrar el argumento más astuto en donde tú terminas siendo el culpable de su conducta, creo que ese es otro de sus talentos. Sin embargo, incluso si en el fondo no ha cambiado, esto es nuevo.
Ella sabe bien que mis horarios son muy flexibles, pues yo vendo solo los fines de semana desde siempre. Hemos sabido uno del otro por medio de nuestro amigo en común, Bob; muy discreto, pero me imagino que le habrá dicho que “mi vida sigue sin mayor novedad”, que sería lo mismo que me ha dicho a mí sobre ella. Me pidió un favor, casi como si se tratara de vida o muerte: que le permitiera venir a verme y pasar el día juntos. Una parte de mí no quería porque justo hoy tengo planes con mis amigos -entre los que se encuentra Isa, la chica que me gusta actualmente- y no sé cómo reaccionaría yo si descubriera a Cerecita siendo la misma. Consulté a Bob -que es muy perspicaz- para ver si me lo recomendaba y me dijo que no podía meterse pero que sabía que había dejado las drogas y la veía bien- A eso súmale que yo tampoco soy el mismo, he madurado y sé defenderme ahora; así que puedo darme a mí mismo la oportunidad de comprobar si es verdad que algunas personas nunca cambian.
Estoy revisando mis mensajes: “no te veo”, “ya te vi”, cuando a contraluz aparece su silueta bloquenado el sol. Ahí está ella, a la moda, sus característicos gestos corporales, su carisma, su piel blanca, su estatura pequeña, diciendo “hola” de forma amable con esa voz que no es de hombre ni mujer; asaltando la mirada de mis amigos que al verla sonríen en sincronía. Me dice mi nombre mientras me levanto y me extiende la mano para saludarme, tiembla un poco, así que asumo que está nerviosa. Sé que es ella pero definitivamente hay algo distinto. No estoy seguro si soy yo mismo quien la observa en este momento, quizás mi viejo yo esté presente aquí, tratando de ser él quien observa, inseguro pero analítico. Desconfío, desconfío completamente de ella, sigue siendo la misma puta que siempre fue. “Cere”, le digo.