









Así se expresa Rubén Darío hablando de Leconte de Lisle en Los Raros:
“La lengua de la naturaleza le enseñó al joven poeta su primera rima, el gran bosque primitivo le hizo sentir la influencia de su estremecimiento, y el mar solemne y el cielo le dejaron entrever el misterio de su inmensidad azul. Sentía él latir su corazón, deseoso de algo extraño y sus labios estaban sedientos…”