

Llegó la media noche y en medio del silencio de la luna, él me susurraba al oído cosas sucias, tan sucias que mi humedad se desbordó como un río en medio de mis piernas, y mis fantasías se pusieron calientes e infernales, totalmente banales pues él está ahí, cumpliendo mis sueños lascivos, llenándome la boca de su miel entera. Dale like y no dejes de seguir y comentar dejando que mi goce fuera el placer en su piel, y sus gemidos me hacían estremecer.. ¡Sí!, yo hacía de su cuerpo mi templo sagrado, ese que podía profanar a completa voluntad, siendo yo su dueña y su señora a la hora de coger porque él sabía que nadie como yo, lo haría tocar el cielo y el infierno a la vez. Mi boca se volvía loca, mis manos eran arte que dibujan galaxias en explotación y mi vientre, se convirtió en su refugio de desfogar todos sus deseos carnales, aquellos donde no habían límites, porque el sentir era ir más allá de un simple clímax, era llegar una y otra vez, era derramarse sin cansancio porque el fuego se encendía cada vez más en cada estocada final. Fuimos fieras de la lujuria, sin cometer pecado, porque en este acto tan salvaje, lleno de libertad y lujuria solo se le puede llamar “sexo”.